En cada viaje vimos como agregaron secciones, desde el asador y la capilla, hasta el hotelito casero; sus mesitas siempre bien vestidas de manteles plásticos blancos con manchas negras cual lindas vaquitas, sus saleros, servilleteros y adornos campiranos, todos con el tema ya característico de las vacas contentas. En cada temporada el menú va cambiando y generalmente es recitado verbalmente – variando desde los tamalitos hasta el bistec. No podían faltar las aguas frescas y el café colado (bien cargado y prieto por el azúcar quemada). Sencillo parador cuya otra característica es la de nunca pagar más de 100 pesos de cuenta, no importa que se pida ni cuanto se coma; la teoría que más nos gusta ante ese fenómeno es la limitante de conocimientos matemáticos de las amables meseras, cuya capacidad les permitiría contar, bueno pues, sólo hasta cien.
Pero fue en nuestro último viaje, en el que paramos como es costumbre a degustar y descansar, en el que descubrimos la intensión vehemente de atraer comensales extranjeros, para ser exactos norteamericanos viajeros, al leer el nuevo menú, ahora bien impreso, laminado y puesto a disposición del cliente, enunciando los platillos como sigue:
Donkeys……………burros
Fused Cheese……………..queso fundido
Crush w/vegetables…………… machaca con verduras
Eggs laughed Sonora style………………..huevos estilo Rio Sonora
Milanese…………………..Milanesa
Meat with Chile……………………………………………carne con chile
Caramel…………………………..Caramelos
Pechuga of Chicken………………………………Pechuga de pollo
No pude evitar documentar este hallazgo, no se si fue el hecho de encontrarme con el efecto de la globalización y el intercambio comercial internacional en su más diminuta y tierna expresión, o el haber entendido que nuestros platillos típicos no deben ser traducidos, o de confirmar que los traductores automáticos están al alcance de cualquiera y que al parecer, no vienen con una leyenda de seguridad al estilo de “las traducciones ofrecidas por esta herramienta son responsabilidad del usuario y no reflejan nuestra manera de pensar ni la de nuestros empleados”. Lo que sí es seguro, es que me hizo el día, no dejé de sonreír mientras comía mis ricos corn tamales with green chile Indian Prince (tamal de elote con raja de chile verde), con su respectiva porción de little chinese beans (frijoles chinitos) y mi plato de humeantes Smalls (chicos).
Priceless!! :) (Precio menos)
ReplyDeleteNooooooo... estoy llorando de la risa. Como bien debes saber, conozco perfecto ese lugar y cuando me fui a vivir en NY al regresar después de seis meses de abstinencia de comida sonorense, llegué a Ímuris como deseseperado a comerme unas quesadillas y unos tamales de elote.
ReplyDeleteSon lo máximo en ese lugar!!! Buenísimo el menú, as sonorense as it gets y ahora en inglés!!! (bueno, versión libre pero para el mayor beneplácito de los sonorenses más o menos bilingües, jajaja)
"Difinitivamente" -como diría nuestro querido Héctor Espino- lo mejor de ese lugar, es contar contigo como comensal, para recrear el momento (que yo también lloré de la risa), aunque en honor a la verdad ahora me están dando ganas de llorar del antojo... :P Gracias!!!!
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